08 agosto 2006

Se calcula que casi cuatro millones de mayores de 65 años se quedan sin cuidadores en vacaciones


Son 1,3 millones y viven solos. Tienen más de 65 años, y forman parte de los 7,2 millones de personas que superan esa edad y viven en España. Con la marcha de sus cuidadores, casi siempre las familias, camino de sus lugares de veraneo, la cifra se triplica hasta alcanzar los 4 millones, según la ONG Solidarios. Esta organización, dedicada al mundo de los mayores, asegura que los servicios públicos, municipales o autonómicos, dedicados a la teleasistencia o asistencia a domicilio, sólo alcanzan al 5% de quienes no tienen a nadie que les acompañe. Corren el riesgo de morir solos en sus casas.

Para que ello no ocurra, la ONG Solidarios propone que haya voluntarios que los acompañen. Algunos van con los ancianos al médico o a hacer recados, otros incluso viven unos meses con una persona mayor con la que no tienen lazos de sangre. Es el caso de Enrique Rodríguez, de 40 años, que vive en el barrio Madrileño de Carabanchel en el piso de Esperanza Hernando, de 88 recién cumplidos. Ella le impone reglas estrictas: pernoctar fuera sólo una vez por semana; pasar, como máximo, un fin de semana al mes fuera, o no llevar invitados a casa, salvo familiares muy cercanos. Él, aunque parezcan inusuales para su edad, las asume con naturalidad.

La relación entre ambos se parece a una simbiosis. Enrique obtiene un piso donde vivir; la anciana, compañía durante las tardes y las noches. Pero hay algo más que mera conveniencia. "Este muchacho es como mi nieto", dice Esperanza. "Para esta señora no tengo secretos, es como si fuera una amiga joven", cuenta Enrique. Ambos forman parte de un programa de la ONG Solidarios para permitir que ancianos como Esperanza, que tienen poco o ningún contacto con sus familias, tengan compañía.

Enrique, un profesor de inglés natural de Granada, vivió en el piso de Esperanza durante siete meses, hasta la semana pasada, cuando terminó el trabajo temporal que consiguió en Madrid. Una nueva chica ocupará su lugar. Será la octava que pasa por esa casa.

La soledad no es el único problema de muchos de los mayores. Tres de cada cuatro tiene problemas para que les alcance el dinero, de acuerdo con datos de la Fundación Universidad Empresa. 1,5 millones no pueden valerse solos, son dependientes. Ni las residencias ni los servicios de ayuda alcanzan para atender a esta población que, además, está creciendo.

Las residencias (públicas y privadas) no ofrecían más que 266.000 plazas en 2004, y además, son costosas. La teleasistencia y la asistencia a domicilio cubren a poco más de un 5% de la población, de acuerdo con Solidarios. Muchos, por tanto, están en riesgo de correr la triste suerte de morir solos en sus casas.

Sólo en Madrid (donde viven más de 600.000 personas mayores de 65 y uno de cada cinco vive solo) son 48.000, asegura el sindicato UGT. El año pasado, 70 ancianos murieron en esa condición. Hasta abril de este año, se registraron 33 casos más.

Incluso los beneficiados por los servicios de asistencia suelen tener problemas para satisfacer sus necesidades. Es el caso de Carmen García Pérez, de 87 años, vecina de Arganzuela. Ella vive con su marido, de 90, que está incapacitado por las secuelas que le dejó un infarto cerebral hace 14 años. Una auxiliar del Ayuntamiento visita su casa por las mañanas y la ayuda con su marido, pero luego ella tiene que valerse por sí misma.

El problema es que, además de muy mayor, es ciega. Y, desde hace algunas semanas, tiene que acudir a consultas médicas. Todo un inconveniente, dada su condición. Sus hijos, por causa de sus trabajos, solamente pueden asistirla los fines de semana.

Solidarios ayuda a Carmen proporcionándole un voluntario que la acompaña cada vez que tiene que acudir a la consulta. "Contacté con ellos por medio de una asistente social del Ayuntamiento", cuenta. "Los llamé y vino un muchacho que me acompañó, todo muy bien, era muy educado, fue una delicia", añade.

Lamentablemente, el número de voluntarios es limitado. Apenas un millar de ancianos se pueden beneficiar de estos programas, y la falta de personas hace que sólo 160 estén dentro del programa de vivienda compartida (como Esperanza Hernando).

Sólo en Madrid, Solidarios tiene ubicados 300 casos que no se pueden atender por falta de voluntarios. Y en verano, reclutar personas dispuestas a cumplir esta tarea resulta aún más complicado.

Enrique Rodríguez asegura que está satisfecho con la experiencia vivida con Esperanza. "Siempre tuve especial cariño por la gente mayor", explica. La muerte de su abuela, el año pasado, le golpeó duro y le hizo pensar en cuanto había perdido por no pasar más tiempo a su lado. Esperanza lo adoptó como un nuevo nieto y la relación persistirá aunque Enrique ya no viva con ella. Se preocupa por quién será el próximo voluntario que la acompañará y por cuánto tiempo podrá brindarle su compañía. Durante siete meses hizo más que comprarle medicinas y hacerle algunos mandados. Cenaron juntos, conversaron largas horas en la sala de la televisión, compartieron experiencias y se contaron historias. No siempre fue fácil. "Esta señora, aunque no lo parezca, también se enfada y tiene su genio", cuenta Enrique.

Esperanza se ríe. Asegura que vivir con ella es fácil. Sólo pide que limpien el baño después de usarlo. Lo mismo con la cocina, y que mantenga limpia la habitación. "Eso sí, tiene que ser gente tranquila", aclara, "porque a mí la gente fuera de casco no me gusta".

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