De cada diez casos de maltrato a ancianos sólo trasciende uno, y la mayoría ocurre en el ámbito familiar.
EL maltrato a los mayores es un fenómeno cada vez más presente. Sucesos de este tipo se cuelan con mayor asiduidad en los medios de comunicación, donde a pesar de todo ocupan espacios menores si se compara con otras noticias similares. Se trata de una violencia desconocida para la mayor parte de la opinión pública, que cuenta con la complicidad de la propia víctima debido a que en la mayoría de las ocasiones no se atreve a denunciar su precaria situación.
Todo empieza con un empujón, un grito o un simple desprecio. Muchas veces sin ser conscientes de ello ni agresor ni agredido, que entran en una espiral de violencia que desemboca en terribles secuelas o en
Conciencia del daño
Muchas variables explican esta difícil situación. En la mayoría de las ocasiones el maltrato se da en el seno familiar y casi siempre el maltratador no es consciente de la violencia que está ejerciendo sobre el agredido. Los ancianos se encuentran en una difícil diatriba, condicionados por la situación y el afecto que profesan al agresor. Los casos son muy difíciles de detectar y manejar. Por ello, las personas que tienen conocimiento de ellos se inhiben.
Los perfiles
A pesar de que la mayoría de casos de agresiones a ancianos que se conocen tienen que ver con violencia física existen otros tipos más sutiles e igualmente dañinos. El psicológico es uno de los más extendidos. Consiste en humillar, intimidar y amenazar. También crecen los casos de maltrato relacionados con
El perfil del agresor suele estar bastante definido. En el 80% de los casos es un hombre y suele ser hijo o yerno de
Por su parte, las víctimas suelen ser mujeres de edad muy avanzada y que sufren una fuerte dependencia para desarrollar sus necesidades básicas. También las demencias y la presencia de conductas difíciles que pueden estresar al cuidador explican muchos casos de agresión.
Entorno hostil
Pero la violencia no sólo se da en el entorno familiar. Muchos mayores la sufren en otros lugares, como centros asistenciales, en las que el personal u otros ancianos pueden desarrollar conductas hostiles. Para
Tanto Rafael Álvarez como Rosalía Mota no dudan en señalar que la causa principal de toda esta problemática es la evolución que está siguiendo la sociedad. «Cada vez nuestros proyectos de vida son más individualistas y tienen menos en cuenta al otro. Si además ese otro tiene problemas, encontramos la excusa ideal para excluirlo», afirma Mota. Para Álvarez, la clave está en que se ha perdido el respeto que antes se le profesaba a los mayores: «Antes la figura del abuelo era respetada y querida y ahora apenas se le tiene en cuenta».
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