03 agosto 2007

Mantenerse en forma en la Tercera Edad

Aunque la expresión “mantenerse en forma” proviene del deporte, su uso se ha extendido hasta calificar al estilo de vida en el que se adopta una actitud y se realizan acciones que garantizan una mejor calidad de la existencia. Para mantenerse en forma, en general, pero particularmente en la tercera edad, la persona debe asumir un régimen que tenga las siguientes características:
  • Tener un sentido de la vida que le dé motivo o razón. Proponerse objetivos importantes que muevan a amar y crear, a querer existir.
  • Es de importancia fundamental mantenerse activo física, mental y socialmente. Combatir la tendencia a la inercia, a la pasividad. El movimiento es vida y la inmovilidad acentúa el envejecimiento y conduce a la muerte.
  • Realizar alguna tarea o trabajo de participación útil. Ocuparse de alguna actividad beneficiosa para los grupos de convivencia que proporcione el placer de realizarse y de contribuir al bienestar social.
  • Cultivar alguna afición, o trabajo agradable, atento a que sea de interés para uno. La realización de tareas creativas, productivas, que resulten satisfactorias, “eutresantes”, mejoren el tono emocional y la calidad de vida.
  • Mantener las capacidades intelectuales activas, entrenadas, con ejercicios de pensamiento creativo, como por ejemplo: pensar en varias formas de solucionar un problema, ver una cuestión desde distintos puntos de vista, generar nuevas ideas sobre una cuestión determinada, imaginar o inventar nuevos modos de usar las mismas cosas.
  • Cultivar y mantener buenas relaciones humanas con las personas que nos rodean. Ser creativo: buscar e iniciar vínculos amistosos e idear nuevas formas que cambien y enriquezcan la convivencia cotidiana.
  • Realizar un programa de ejercicios físicos diariamente o por lo menos tres o cuatro veces por semana, de una duración de 20 ó 30 minutos (gimnasia, caminatas, etcétera) preferiblemente vinculado a grupos cercanos o accesibles que realicen sesiones de tales ejercicios.
  • Asumir una actitud optimista al enfocar los aspectos positivos de la realidad. Todo tiene sus partes buenas y malas. El sol tiene sus manchas pero también su luz esplendorosa. La misma luz solar, en las horas tempranas y tardías es beneficiosa, pero resulta perjudicial en las horas del mediodía.
  • El teatro griego simbolizaba en la máscara alegre de la comedia y en la máscara triste de la tragedia, estos dos aspectos de la vida. La sabiduría aconseja que nos acostumbremos a ver el rostro amable de la realidad, conscientes de que existe el otro y que nos esforcemos por mejorarlo, pero disfrutando mientras tanto de la cara risueña.
  • Adoptar la filosofía de creer en el mejoramiento humano, pero no pasivamente sino a través del esfuerzo y del trabajo. Creer que un mundo mejor es posible y que puede dignificarse la calidad de vida si la persona se afana y procura mantenerse en forma cumpliendo las orientaciones que la ciencia y la sabiduría recomiendan.
  • Cumplir el rol principal de la tercera edad: trasmitir las experiencias y el saber acumulado a las nuevas generaciones a través de la convivencia y los diálogos con jóvenes en distintos ámbitos. Además ayuda al rejuvenecimiento el revivir las experiencias de esa etapa, que no desaparece sino que duerme y se reactiva con esos contactos. Mediante este legado de la vieja a la nueva generación, culminan los deberes de la vida y se ennoblece la tercera edad.
  • Un factor muy importante para el mantenimiento de la salud integral es el espíritu, la moral, la actitud con que vivimos y hacemos las cosas. Investigaciones y evidencias crecientes revelan el hecho de que si una persona considera que la vida es estimulante, significativa, interesante, incitante y no aburrida y tediosa, si persiste en propósitos importantes y experiencias satisfactorias, “eutresantes”, su organismo funciona mejor, se acrecienta su salud física y mental, y resiste y vence a las enfermedades.


Diríamos que todo esto constituye un seguro de vida sin gasto alguno.

Como resumen, se pueden adoptar dos filosofías o actitudes fundamentales de las que dependen nuestro desarrollo y destino.

Una es el obstáculo principal que impide alcanzar y realizar una vida plena y feliz, o si se quiere, la condición necesaria para lograr una existencia deteriorada, enferma o pésima y consiste en adoptar la actitud negativa de decirle que NO a la vida, de odiarla, temerla o destruirla, lo que hacemos a veces sin darnos cuenta, inconscientemente, cuando no cumplimos o realizamos los principios y orientaciones expuestos, para mantenernos en óptima forma y funcionamiento.

La otra es la condición básica indispensable para funcionar y mantenernos en forma óptima en cualquier edad, y consiste en asumir la actitud afirmativa de decirle que SÍ a la vida, de amar, unirse, vincularse a la existencia plena, también en la tercera edad.

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