12 abril 2006

Jugar: El oficio del niño

El juego es un aspecto central durante la infancia de nuestros hijos. Es más, su desarrollo integral es inseparable de la actividad lúdica y depende, sobre todo, de que pueda jugar a sus anchas. El niño aprende jugando. Cuanto más juegue más cosas aprenderá y más rápidamente lo hará. Pero no seamos exigentes. No debemos pensar en el juego como un medio que tiene una finalidad. El juego es y debe ser un fin en sí mismo.

A partir del año, nuestro hijo ya se desplaza, gatea, empieza a caminar. Es un todoterreno y tiene una energía increíble. Además, ha aprendido a coger las cosas, a tirarlas al suelo, a cambiarlas de mano… y no deja de aprender más y más. Su interés por las cosas que le rodean también crece a pasos agigantados y las posibilidades del juego son ahora múltiples. Los juegos sensoriales y corporales siguen siendo muy divertidos para él, pero cada vez tendremos que complicarlos un poco más y aderezarlos con una pizca más de ingenio.

Como el bebé ya ha aprendido a desplazarse de una u otra manera, necesita juegos que incluyan este nuevo aprendizaje que le divierte tanto. Es un buen momento para empezar a perseguirse, a jugar a pillar, o a ver quién es el primero que alcanza la pelota que está en el rincón. Los juegos permiten ahora más movimiento y un poco más de ímpetu.

La hora del baño continúa siendo un momento muy entretenido y placentero para nuestro bebé. Ahora podemos ofrecerle muchos más cacharros y él tiene más equilibrio y autonomía de movimientos para jugar. Pero no debemos dejarlo solo en la bañera, todavía no controla su cuerpo lo suficiente.

La imitación: mil posibilidades de jugar

Entre 1 y 2 años, el bebé descubre algo grandioso: la posibilidad de imitar a sus padres y a todos aquellos que le rodean, lo que da lugar a una nueva forma de jugar que le sirve para acceder, poco a poco, al mundo de los adultos. Lo veremos coger cualquier objeto que le sirva y simular que habla por teléfono con la abuela, imitar el sonido de los animales que nosotros le hemos enseñado ("¿Qué hace el perro?", "¿Y el gatito?"), se tocará la nariz o los ojos como respuesta a nuestra pregunta "¿Dónde tienes la nariz?", bailará al ritmo de cualquier sintonía que oiga, nos dará de comer con una cuchara, se subirá a un taburete para mirarse en el espejo del lavabo y hacer que se peina o conducirá un coche mientras está sentado en el sofá. Y todo esto lo ha aprendido él solo, observando e imitándonos a nosotros. La imitación es un factor importantísimo a la hora de aprender y adquirir nuevos conocimientos. Cuántas cosas no se aprenden a través de la imitación: desde el lenguaje, hasta cepillarse los dientes, pasando por saltar con los pies juntos, vestirse, utilizar los cubiertos o bailar.

Nosotros podemos ofrecerle distintas y variadas situaciones que le sirvan de modelo a imitar y de aprendizaje a la vez que de juego:
  • Mientras realizamos una actividad concreta (vestirnos, limpiar, cocinar, peinarnos, etc.) podemos darle un objeto similar al que utilizamos e invitarle a que imite lo que estamos haciendo nosotros.

  • Podemos escenificar momentos cotidianos en secuencias de dos acciones: dar de comer a un muñeco y ponerlo a dormir, preparar la comida y comer, peinarnos y salir de paseo, etc. De esta manera, con secuencias cortas y sencillas, le será fácil memorizarlas y saber qué cosa viene después de qué.

  • Los juegos de turnos también resultan muy útiles y divertidos. Son juegos en los que ahora me toca a mí y luego a ti. Por ejemplo: "toma la pelota (el niño la coge), ¿me la das? (el niño la ofrece), gracias…" o "ahora salto yo y luego tú" o "yo pinto dos puntitos aquí y tú los pintas allí". Animarlo de forma clara a imitar nuestras acciones refuerza su aprendizaje y le invita a continuar haciéndolo.

Socialización del juego

Nuestro hijo no descubrirá la dimensión social del juego hasta los 3 años aproximadamente. Hasta esa edad, hay niños que se encuentran y juegan uno al lado del otro, pero no interactúan uno con el otro. Pero el proceso ya está en curso y seguirá tres etapas bastante diferenciadas que hemos de tener en cuenta para el correcto desarrollo social de nuestro hijo:
  • El juego paralelo: Primero nuestro hijo juega con nosotros, sus padres, o más bien nosotros jugamos con él. Luego empezará a jugar solo, embobado con cualquier cosa, incluso si lo sentamos en medio de muchos otros niños… que también están con su juego solitario. La única comunicación que se dará entre ellos será, quizás, la disputa por algún juguete concreto, pero es importante que nuestro hijo juegue paralelamente con otros niños de su edad.

  • El juego asociativo: El niño pasa a darse cuenta y a disfrutar de la presencia de otros niños de su edad y todos juegan a hacer lo mismo, a imitarse mutuamente, como una primera forma de comunicación entre ellos. Si uno lanza una palada de arena al aire, a continuación la lanzan el resto de niños del corro; si uno decide coger un cuento, los demás también quieren 'leer' en ese mismo instante…

  • El juego cooperativo: Comienza alrededor de los 3 años de edad. Ahora los niños se organizan para jugar, se dejan los juguetes, empiezan a representar papeles (papás y mamás) o al escondite (aunque su forma de esconderse sea simplemente cerrando los ojos para no ser visto o "escondiéndose" detrás de un visillo…). Se trata de un juego en el que cada niño o participante es necesario para hacer el juego posible. Es el paso previo a los juegos de reglas, en el que empezarán a entender y a aceptar reglas o normas para compartir su tiempo de juego con los demás.

Jugar o tener un juguete

El reconocimiento por parte de la sociedad en general de la importancia del juego, nos ha provocado un poco de locura consumista. El mercado está atiborrado de juguetes de todos los tamaños, tipos, formas, colores y hasta sabores; adecuados a todas y cada una de las edades; fruto de dibujos o películas de animación que se estrenan y reestrenan de continuo; que responden a las diferentes modas extendidas rápidamente en centros educativos; recomendados por especialistas, educadores y hasta "juególogos", etc. Y qué decir de todos aquellos juguetes que diversos miembros de la familia, con todo cariño y afecto, regalan, obsequian, ofrecen o prestan.
No nos equivoquemos. Tener juguetes no significa jugar. Es más. Para jugar no siempre necesitamos un juguete y no siempre un juguete permite jugar.

Es bien cierto que nuestro hijo necesita materiales adaptados a su edad y a sus necesidades y que le gusta la novedad. Pero como padres, a la hora de escoger un juguete, debemos tener en cuenta la actividad que nuestro hijo va a llevar a cabo con ese juguete y no olvidar al resto de personas con las que puede jugar.

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