28 marzo 2006

Las primeras enfermedades del bebe

A partir del cuarto mes, el bebé entra activamente en contacto con los objetos: los agarra, los chupa, los tira al suelo. Está más expuesto a gérmenes y bacterias y puede empezar a tener algunas enfermedades.

Además, los anticuerpos que la madre le traspasó a través de la placenta se van agotando (afortunadamente, se los puede seguir dando, si le amamanta).

Si además hay más niños en la casa, seguramente el bebé contraiga las mismas enfermedades que sus hermanos. Poco a poco, irá construyendo su propio sistema de defensas. En la mayoría de los casos, su sistema inmunológico está preparado para responder a gran cantidad de agentes infecciosos por lo que muchos trastornos desaparecen sin tratamiento.

Y para mayor seguridad, el bebé tiene las vacunas que le protegen de muchas enfermedades graves.

Si el bebé debe quedarse en una guardería desde edades tempranas, conviene asegurarse de que la proporción de cuidadores en ella es adecuada para que cada bebé reciba atención suficiente y para que no haya un excesivo hacinamiento de niños, lo que puede favorecer la transmisión de enfermedades.

No siempre es fácil saber cuándo el bebé está enfermo o dónde le duele cuando llora insistentemente, pero hay algunas señales que nos pueden dar una pista. Un bebé lánguido, pálido u ojeroso, irritable, llorón y sin apetito suele estar enfermo o incubando una enfermedad.

Si el bebé ya tiene fiebre, vómitos o diarrea, o si sufre una rápida pérdida de peso, claramente está enfermo,  aunque se desconozca la causa. En ese caso, los padres deben acudir al pediatra y describirle los síntomas.

Algunas enfermedades, como las pulmonares o las renales, son difíciles de detectar, pues el único síntoma visible es la pérdida de peso. El bebé también puede perder peso debido a trastornos digestivos o alergias alimentarias. Siempre que el bebé sufra una rápida pérdida de peso, consulte a su pediatra.

También conviene observar al bebé en los días siguientes a la enfermedad para evitar las recaídas, aunque lo habitual es que se recupere con rapidez. Y eso se notará tanto en el apetito y el peso como en la vivacidad y las ganas de jugar.

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