El español austero y ahorrativo parece ser, como la literatura que lo describió y convirtió en personaje, cosa del siglo pasado. El de estos días, en cambio, va por la vida con una bolsa de shopping al hombro, que nutre y engorda, sobre todo, a golpe de tarjeta de crédito.
"Hoy España es consumista", define el sociólogo Ricardo Montoro, ex director del reconocido Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), al definir un ritmo de compra que, si bien con grandes diferencias, alumbra estallidos de memoria del frenesí de los noventa en nuestro país.
El fenómeno parece instalado en esta tierra. "Uno de los principales cambios de nuestra sociedad es que pasó de la cultura del ahorro a la del consumo", coinciden en entidades de consumidores.
Los estudios revelan que España gasta como nunca en su historia. Y que lo hace en cosas que, hasta hace poco, parecían inalcanzables para buena parte de su sociedad: viajes, autos, ropa y diversión. "En este país no hay bar que vaya a la quiebra", suele ser frase repetida.
Hasta la obsesión por prolongar la juventud o por ser más lindos a fuerza de bisturíes y liposucciones exprime billeteras en la otrora austera madre patria: "El 40% de las operaciones son financiadas a crédito", dijeron al diario argentino “La Nación” en Corporación Dermoestética, la mayor cadena local dedicada a la cirugía estética.
El dato revela la otra cara del fenómeno. Y es que, metidas en este frenesí de gasto y de alergia al ahorro, las familias españolas tienen cada vez menos dinero, lo que las obliga a apelar al crédito, a la hipoteca y a la deuda para mantener un ritmo de consumo que empieza a encender alarmas.
"No menos del 41% de los españoles apelan a la tarjeta de crédito para llegar a fin de mes", advierten en
En confianza, una directora de sucursal madrileña en un banco de primera línea lo explicó así: "El dinero no alcanza, pero el gasto en consumo no baja. Eso lleva a que cada vez más se pidan préstamos sobre préstamos; esto es, un nuevo crédito para poder hacer frente a las cuotas de otro anterior", dijo.
Su revelación calza con los anuncios que se ven a diario por televisión, donde el furor son los "créditos rápidos" por 3000 euros, que se conceden sin mayor papeleo.
Y, pese a la publicidad que promete "terminar con el problema de las múltiples cuotas por pagar", la otra cara de tanta facilidad aparente suele estar en los altísimos intereses que cargan y que suelen considerarse cercanos a la "usura", según definió Fernando Herrero, presidente de la Asociación de Usuarios de Bancos, Cajas y Seguros (Adicae).
La proliferación de estas facilidades se ha convertido en un dolor de cabeza para el Banco de España, la entidad reguladora del sistema. Su presidente, Jaime Caruana, ha recomendado ya que se intente evitarlas, al tiempo que advierte, con frecuencia creciente, contra el ritmo de gasto.
De hecho, pese a la prédica del funcionario contra el riesgo de caminar por la cornisa, el tirón de consumo al que se lanzó buena parte de la sociedad española hace que el sector de los créditos rápidos viva un auténtico auge. "Hace tres años sólo había tres empresas otorgándolos. Ahora son más de diez y el sector sigue creciendo", dijo Phillipe Santini, directivo del Banco Sygma.
La corriente es tan fuerte que hasta la banca tradicional quedó atrapada y no escatima esfuerzos para ofrecer a sus clientes "créditos instantáneos" que no han pedido. No son pocos los que muerden el anzuelo, toman lo que nunca solicitaron y suman su aporte a la espiral del gasto.
¿Cómo explicar semejante cambio? Desde la sociología se apunta que pocas comunidades, como la española, vivieron una transformación tan profunda en un período tan corto. Hay impactos tan profundos como el boom migratorio, la creciente laicidad y, últimamente, el consumo.
Un cambio vertiginoso
"El problema está precisamente en
Desde la economía, en tanto, se mira más "el paraíso de la tasa baja" en que se ha convertido el país, con créditos -sobre todo en el rubro hipotecario- que facilitan el gasto. Hoy el Euribor -la tasa para intercambiar depósitos en euros- no llega al 3%, contra el 15 por ciento que cobraba el mercado interbancario a principios de los 90.
Las estadísticas, por lo pronto, apuntalan el argumento. En ocho años, el crédito al consumo duplicó su volumen en el país, hasta situarse en los 63.000 millones de euros en que ronda ahora, lo que equivale al 8 por ciento del PBI.
No es sólo cuestión de comprar casas: hoy los españoles financian a crédito no menos de 14 euros de cada cien de sus gastos cotidianos. El dinero barato es para dos de sus generaciones casi toda una novedad que incita al gasto. Y así sigue la calesita que, sin embargo, inquieta -y mucho- a las autoridades monetarias.
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